jueves, 20 de septiembre de 2012

Carta de amor a Contratiempo



Carta de amor a contratiempo
Ya sabes, amada mía, que ayer te voy a querer como mañana no pude olvidarte, y en este pasado remoto de la hora en que escribo, sé que te querré tanto como el año que viene te quise.
Este año pasado, la primavera estrellará hojas muertas que contra el suelo ya vamos pisando. Y como el verano que viene nos heló la piel con su frío intenso de mañana, sé también que del otoño resurgirá la vida. Lo digo por estas flores, tan rojas e incendiadas, del invierno luminoso y cálido que podremos olvidar nunca.
Por todo eso, y como me lío con el tiempo y sus tiempos, sólo puedo añadir que te amo amaré amaría amase siempre. Recibe mis cálidos besos, para que puedas olvidarme jamás:
                        Hasta siempre pronto ya:
                                Tu amado
P.D: Te ruego no me tengas nunca a mal en  nuestros aniversarios, cumpleaños y onomásticas.

sábado, 1 de septiembre de 2012

SIMBA Y LAS MARIPOSAS BLANCAS


Simba es una gata engreída que ha llegado a creerse una pantera,  toda libre y loca. Ya no se acuerda cuando la llevaba en cualquier bolsillo de mi tabardo y  tenía el tamaño de un paquete de tabaco. En aquellos entonces, de no hace tanto tiempo, asomaba su cabecita de luna gris y con su mirada iba fotografiando el color y el sitio de todas las cosas. No se despegaba ni un palmo de mi lado, ¡que miedosa!

 Simba tiene ahora los ojos avispados y limpios como el verdor marino de los arrecifes de coral, su  pelo es gris  con rayones blancos, pero cuando la acaricio me regala terciopelos de todos los colores y ronroneos de no me dejes nunca.

Yo no pude enseñarle muchas cosas del mundo de los gatos. Ahora es ella la que me enseña a mí: De pronto da un salto y me ataca de sorpresa saliendo de cualquier sitio inesperado, y después de darme el susto se va corriendo para ocultarse otra vez en el jaguarzo, subirse a la encina o meterse en un cubo que yo vaya a necesitar. No puedo hacer otra cosa que seguirle los caprichos y aguantarme. Me exaspera, y mira que le digo y le digo, y le riño y le riño. Nada. No es que no sepa, es que no acepta. Salta, corre, juega, entorpece, desaparece, aparece. A veces sale de entre mis piernas cuando estoy ordeñando, apoya sus manos en el filo del cubo y se pone a contemplar la leche blanca y la espuma, olisquea el aroma caliente y me mira como recordando el sabor que tenían sus biberones.

Menos mal que ahora, entre jaguarzos y pastizales ha aprendido a jugar con las mariposas blancas. Es como una bailarina en primer curso de ballet. No sabe a cuál perseguir; a esta amedranta, a esa asusta, a aquella salta, a todas quiere coger…a ninguna pilla. Se divierte, y eso le gusta. Hasta que se cansa y se acuerda de mí. Entonces se apresura a recordarme que no debo dejar de darle mimos.

-¡Simba ven aquí! Voy a contarte una cosa. Acabo de acordarme que se ha levantado la veda de la tórtola, ¡me ha entrado mucho frío Simba!, hasta puedo oír los truenos, oler  la pólvora y ver la sangre. Esta noche te meteré en la jaula del loro Pope, que en paz descanse. Mañana, cuando me levante y me ponga los pantalones, los zapatos, la camisa y la soledad vendré a sacarte del presidio. Por la mañana volverás a jugar con las mariposas blancas.

-¡Mauuuu! –palabra felina, que asociada a su mirada de resignación, quiere decir; no te doy un gañafón porque también te quiero-

En el telón vespertino de hoy, Simba se asolapa en su jaula y calla al fin. Yo me alejo  paso a paso lentamente. Una vez apartado, sigo caminando cabizbajo  pateando piedras.