miércoles, 19 de octubre de 2011

¿Te acuerdas Juan?

Publiqué estos recuerdos de juventud en octubre pasado en este blog. Hoy, desgraciadamente, me veo en la necesidad de añadir a este texto un encabezado imprescindible, aunque lamentablemente no sirve para calmar ni el dolor, ni la tristeza que ha venido a visitarme en este día. Juan Gómez González ha sido, no digo un buen
amigo, diré un hermano para mí. Cuando Pepe Curro me ha dado la noticia esta mañana se me ha caido marzo y  el corazón a la tierra seca, y  un lamento perpetuo y silencioso me ha ocupado hasta las uñas. Hoy yo tampoco perdono a la muerte desatenta...no tengo más palabras.

 
     
        ¿Te acuerdas, Juan?  Siempre tendrá tu casa, con todo lo grande que es, rincones de vida que caben en la mía. Jugábamos al ajedrez en todas partes; en aquella mesa redonda del salón que le temblaban las patas más que a mí, cuando me anunciabas el primer jaque; en la cocina, junto a la chimenea, donde siempre olía a café caliente y quesiño fresco; en el primer cuerpo del corral, acompañando al limonero que moldeó la luna, al aroma de las macetas que cuidaba tu madre…-¡Pero mueve ya!...Y te ibas impaciente a contemplar el helecho, a hablarme de su milenario sistema de reproducción por esporas…todo para despistarme…¡Cuántos duelos de  reinas, torres, caballos y alfiles muertos!
      ¿Te acuerdas Juan? Venía tu tío Sebastián…-¡Yas´tan liao lo´s bichoj! Venía tu hermano de los Pagos, inquieto y alegre, como si toda la alegría se hubiese inventado para él...-¿Andamo´s al lío? (pausa de silencio) ¿Quién gana? (pausa de silencio) ¡No tienen prisa! (otra pausa de silencio, en lo mejor de la partida)…- ¡¡ Ni contejtan lo´s  cabrone´s !!
       Tu madre, con ligereza y medio arrastrando un pie, iba persiguiendo al polvo con el trapo y el plumero, estando en todas partes y en ninguna, danzando la escoba aquí y exprimiendo la fregona allí, experimentando, incansable, un rincón donde pudiera caber otro poco de limpieza, al tiempo que no paraba de hablar de las cosas que nunca le escuchábamos, porque ya las teníamos aprendidas…Mis primeros versos de última adolescencia, cargados de ingenuas rimas, de tempestuosas intuiciones, de torpeza literaria, de presunción, y verdes, ¿cómo no?, pero compartidos contigo, y sobre todo atentos de tu opinión,  siempre generosa y subjetiva por amistad…-¡Po mi Manué también e´s medio poeta…Decía tu madre. Y Manuel, que, de sortear cabezos en los Pagos, y de camuflar alforjas de café desde niño, había cogido el testigo de la prematura hombría, se llenaba de sonrisa diciendo:
Mi mulita jeresana
con su paso gateao,
con su´s esparabane´s
en la´s pata´s
y  su´s  año´s mu trabajao´s.
  
       

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